Portafolio de Laab Akaakad

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domingo, 21 de noviembre de 2021

Dos Gatitos Románticos – Cuento de Laab Akaakad

 Dos Gatitos Románticos – Cuento

"El Amor No Tiene Edad, Color, Ni Forma, simplemente es Amor"

Laab Akaakad





Basado en la observación real de un gatito transeunte


Llegó un aporreado gato a casa, estaba como un osado adolescente cuando le arrebata la novia a su mejor amigo y le propinan una golpiza; apaleado por todos partes, aruñado, con parte del pelaje y moretones incontables con marcas de mordiscos. Supuse que luego del gran disfrute orgiástico que había tenido es probable que hasta las gatas se lo estuvieran rifando, pero en el pensar de muchas cosas me dediqué a curarlo. No imagino como pudo llegar a casa, las paredes son al extremo de altas, pero sin mediar termine las curas y lo puse en una caja para que descansara de sus aventuras nocturnas, con un tazón de leche al lado y atún como menú.

Pasaban las semanas y el gatito nada que partía, sin embargo no pensaba en lanzarlo a la calle, y aunque pocos son los vecinos y por los alrededores hay bandadas de gatos por doquier, esperé que el tomara la decisión de hacerlo; he aprendido a lo largo de la vida que quien quiera estar bajo nuestro amparo y afecto, con amor como premisa debe hacerlo bajo su propios sentimientos. Nada debe ser obligado en esta maravillosa vivencia de experiencias y logros que cada minuto de la existencia llegan, y pensando en las experiencias que a diario se tienen, algo resultaría del cuido de este gatito que semana a semana cada vez tomaba más fortaleza y recobrando todo su pelaje.

Observaba que ni siquiera salía al largo balcón del segundo piso, ni a la azotea subía por donde podía hacerlo subiendo la escalera de apenas poco peldaños y su descanso. Siempre andando por alguno de los dos patios internos de la casa, observaba los pajaritos que llegan a alimentarse debido a que colocamos frutas variadas para alimentar esos bellos libros del cielo.

Una tarde alguien había dejado prendida la tele y él estaba muy  lo largo sobre una de las poltronas reclinables estirado viendo la televisión, le observaba sin ser visto, y él estaba lelo mirando la televisión, me asombré al ver aquel espectáculo. Carraspeé para que supiera que estaba ahí, me miró y moviendo la cola maulló haciendo miiiaauuu;  siguió viendo la tele y lo dejé tranquilo. Cosa rara que aquel gatito que se había convertido en el consentido de la casa le encantaba comer caramelos, lamer hielo, y le encantaban las frutas. Todo un espectáculo.

Me encantaba su color amarillo leonés, su pelaje era como ver un león en miniatura; seguía pensando que aquel curioso y transeúnte amigo algo me iría a enseñar, algo aprendería de él. Todas las tardes se echaba debajo de la mesa donde siempre estoy ubicado con mi laptop, cerca de mis libros de consulta entre ellos la biblia y otros libros místicos de mi agrado.

Una tarde vi que subió a la terraza del segundo piso, de donde se divisa gran parte de la ciudad y en donde acostumbro subir a mirar el firmamento y observar las estrellas luminosas y unas cuantas cosas más que se dejan ver en la bóveda celeste. Al llegar a l terraza le vi parado asido a la gran baranda que cubre el frente de la terraza, posado en sus dos paticas delanteras mirando hacia la calle y otros tejados y techos altos de edificios que están al contorno de la casa.

Movía su cola, al instante sentí dirigirle la palabra, mientras le decía, que piensas del paisaje y de dónde eres, él por su parte decía miau, miau, miau;  sabía por mi propio discernimiento que el escuchaba y creo que comprendía lo que le estaba diciendo. Se encorvó como es la costumbre de los gatos consentidos y camino hacia la escalera, bajó y se hecho en la poltrona donde hay unos de los televisores principales del salón grande familiar.  Le prendí la tele sintonizando Animal Planet, sorpresa para mí cuando se bajó de la poltrona y miraba los animales de la tele con más atención sentado sobre sus dos paticas traseras.

Aquel día, luego de la media tarde, después de bajar de la terraza y prenderle la tele al miau, me senté a escribir en mi laptop hasta la madrugada, no sentía el transeúnte por ningún lado, pues siempre estaba a los pies debajo de la mesa donde siempre estoy escribiendo. La puerta hacia la terraza estaba abierta, y se veía el reflejo de una de las lámparas de la terraza prendida, al llegar al último escalón me impresioné de la gran sorpresa; el miau transeúnte tenía visita, los dos juntitos se encontraban románticamente juntos meneando sus colas y mirando el paisaje nocturno con luna llena.  

Sin hacer el más mínimo ruido bajé y seguí escribiendo. Abrí una nueva página y comencé a escribir este cuento que tú estás leyendo.

Pasaron dos meses más y todas las noches los enamorados se reunían en la terraza a lamerse y abrazados, supongo que a darse amor.

Una mañana llamando al miau transeúnte y buscándole por toda la casa, no lo hallé, supuse que su novia y a lo mejor compañera y esposa lo había convencido a unirse y conformar una familia, pasó otro tiempo y un día sorpresa me llevo cuando al pararme por la mañana veo al miau transeúnte con su excelentísima compañera y cuatro hijos, dos veteados grises con amarillo y los otros dos, uno como mamá y otro como miau papá.

La enseñanza que sentí que había en medio de aquellos 6 amigos era la unión, la amistad y el amor. Pues por aquella compañera el miau había recibido una gran paliza, pero el amor de ella era grande, aunque a un principio no saber dónde se encontraría su amado, ella se dedicó a búscarlo hasta hallarlo. Cuando hay una verdadera amistad, el amor es el vínculo que hace producir las uniones verdaderas y sólidas. El amor verdadero se hace sempiterno cuando luchamos por lo que queremos, por lo que amamos y por lo que nos hace soñar; el amor es un idilio que produce inspiración y hace brotar las más especiales virtudes que se engalanan con Dones y belleza en la vida.  

Laab Akaakad

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